Desde tiempos preincaicos, nuestros ancestros han criado y consumido cuyes andino. Estos pequeños roedores se adaptaron a las condiciones altas y frías de la región, convirtiéndose en una fuente valiosa de proteínas y nutrientes, especialmente en áreas donde otras opciones de carne eran escasas.
El cuy no solo es considerado una fuente de alimento, sino que también tiene un simbolismo cultural importante. En muchas comunidades andinas, el cuy está asociado con celebraciones, rituales y festividades. Su presencia en eventos festivos refleja la conexión entre la alimentación y la espiritualidad.
Asado, guisado, frito o al horno, cada región tiene sus propias técnicas y recetas tradicionales que realzan el sabor único de esta carne. Su carne tierna y su sabor distintivo han ganado aprecio tanto a nivel local como internacional, el cuy también desempeña un papel destacado en eventos sociales y ceremoniales. Su presencia en festividades como matrimonios, fiestas religiosas y celebraciones agrícolas refleja su estatus como elemento central de la identidad culinaria y cultural andina.
Aunque el consumo de cuy tiene profundas raíces culturales, en la actualidad, este se enfrenta a desafíos relacionados con el bienestar animal, la sostenibilidad y la ética. Las tensiones entre las prácticas tradicionales y las preocupaciones modernas han generado debates sobre cómo equilibrar la preservación de la cultura con las consideraciones éticas y ambientales.
Asi mismo la dualidad del cuy como mascota y fuente de alimentación ha generado controversia. Algunas personas encuentran difícil reconciliar la idea de criar y cuidar cuyes como mascotas mientras que, al mismo tiempo, se crían con el propósito de consumir su carne.
En conclusión, el consumo del cuy en la cultura andina va más allá de ser simplemente una fuente de alimento; es una expresión viva de la identidad cultural, la historia y la relación única que las comunidades andinas mantienen con su entorno y sus tradiciones. La preservación de esta práctica alimentaria conlleva no solo el deseo de mantener viva una tradición ancestral, sino también la necesidad de abordar los desafíos contemporáneos que rodean su consumo.
Angela Monjaras A.
